Las tormentas emocionales
Hablemos de las tormentas emocionales.
Las tormentas emocionales son incómodas. Son necesarias pero incómodas. Son difíciles de atravesar porque en general llegan cuando menos las esperamos, e inclusive cuando las estamos esperando, nunca resultan como las imaginamos.
Las tormentas emocionales interrumpen lo que estábamos “haciendo” y nos obligan a pensar, calcular y re direccionar. A veces nos obligan a movernos rápido (tomando decisiones) para llegar o salir de cierto lugar en el que estamos “estancados”, como cuando corremos bajo la lluvia sin paraguas con el objetivo de mojarnos lo menos posible entre “techo” y “techo”. Otras veces, la tormenta emocional es tan fuerte que nos obliga a frenar. Al igual que la lluvia cuando nos obliga a no salir ni avanzar, a mirar, a cancelar planes y esperar sin desesperar. A veces nos inunda de angustia e incertidumbre y otras veces pasa casi desapercibida.
Las tormentas emocionales nos ayudan a crecer, a evolucionar y a aprender de nosotros mismos.
Pero al igual que pasa con la lluvia, depende de cómo vivamos esa tormenta, no siempre podemos disfrutarla.
A veces es difícil rendirse al caos de la tormenta emocional, porque lo único seguro es que nada es seguro y que los planes cambian y la gente también.
Las tormentas emocionales son para valientes. Para gente que se anima a sentirse vulnerable, a no saber para dónde “seguir” y para gente que quiere crecer. Al igual que la lluvia, las tormentas emocionales limpian en alma y la mente. “Fertilizan” y calman.
Hoy, te invito a que pienses en tus propias tormentas emocionales. Tal vez todavía no sepas que estás atravesando una o ya tengas muy en claro que si lo estás haciendo ahora.
Sea como sea, así como la lluvia viene a limpiar, a airear y a regar, las tormentas emocionales hacen lo mismo con nuestra propia vida.
Siempre y cuando nos animemos.
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