No podría mirar a la cara a mis hijos y decirles que viven como viven porque yo no luche

 Pensá en tus hijos, o en tus sobrinos, o en tu pareja, amigos o ancestros.

Sea por quien sea que lo hagas, no dejes de intentarlo. De probar. De animarte.
No dejes de seguir confiando en lo que vos sabes que mereces y en lo que tu corazón te dice que te da paz.
No dejes de intentarlo ni de dar lo mejor que tengas en cada situación, pero hacelo por vos mismo. Por tu propia felicidad. Por tu propia vida. No dejes de empujarte a hacer lo que otros no se animan, por miedo a fracasar si eso es lo que no te deja dormir y te pide que sueñes cada vez más grande.
No sé vos, pero yo no podría mirarme al espejo a mi misma sabiendo que vivo como vivo porque no luché. Porque el miedo me ganó. O porque la opinión de “los otros” me paralizó. No podría saber que abandoné cuando el camino se complicó o cuando lo único que me quedaba era fé. No podría mirarme sabiendo que no lo dí todo, hasta el último momento. Que no me fui fiel, que no escuché a mi alma y que la silencié por no tener certeza del resultado.
No sé vos, pero yo quiero que los que vengan detrás, sean mejores que yo y entonces ahora, voy a darlo todo.
Voy a dar lo mejor que tenga, para que la vara esté alta, el coraje a flor de piel y los miedos en el sótano.

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