Te quiero lamer el cerebro
Si realmente tuvieses que comerte los pensamientos que tenes día a día, como te caerían?
Pienso en la cantidad de tiempo que pasamos pensando en qué vamos a poner en nuestros platos, qué dieta vamos a seguir y qué rutina de entrenamiento físico vamos a hacer y sin embargo, casi nunca cuestionamos lo que “ponemos” o permitimos en nuestra mente. Casi nunca cuestionamos las narrativas que nos repetimos día a día. Las historias que nos contamos de lo que fué y lo que “va a ser”, de quienes somos y de lo que se “puede” o lo que es “imposible”.Pienso en la poca importancia que le damos a lo que pensamos de manera inconsciente, a lo que pensamos apenas abrimos los ojos a la mañana, lo poco que cuestionamos nuestras “propias verdades” y lo defensivos que nos ponemos si alguien no coincide con nosotros.
Intentamos cambiar hábitos y patrones de conducta y hacemos planes especulativos sobre cómo lograr “x ó z” y sin embargo casi nunca incluimos en esos planes “cambiar la forma de pensar”.
Y sabes que? Todo, todo, todoooo empieza (o termina) en la mente, en el cerebro, en lo que pensamos. En la forma en la que interpretas lo que te está pasando o estás viviendo. Y es por eso, que aunque intentemos cambiar “el afuera”, si no cambiamos la forma de interpretar la realidad, nada va a cambiar.
Nunca.
Me parece que es hora de dejarnos de joder. Ya entendimos que a veces la realidad supera a la ficción y es momento de que real, nos dejemos de boludeces.
Seamos muy selectivos con las ideas que dejamos entrar a nuestra mente: y ojo...no me refiero a que solamente nos acerquemos a los que piensan igual (“donde todos piensan igual, nadie piensa mucho” dicen), por el contrario, acerquémonos a los que nos alientan a pensar diferente pero “mejor”. Cuestionemos nuestras propias maneras de interpretarlo todo y acerquémonos a nuevas ideas. A maneras de pensar que nos motiven a querer ser más felices. Más auténticos, más aventureros.
No sé. Empecemos a pensar con ganas, con amor, con respeto, y sobre todo con humildad. Tal vez, y solo tal vez nos demos cuenta de que en verdad somos más poderosos de lo que pensamos.
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