¿Vale la pena todo eso que estás cargando?

 A veces cargamos con tantas cosas.

Cosas nuestras, cosas de otros.
Cargamos con emociones y con culpas, nuevas y viejas. Con especulaciones y con planes. Cargamos cosas que nos impusieron y con otras que elegimos.
Cargamos con cosas no dichas, secretos, angustias, llantos, “deberes seres”. Cargamos problemas, ideas, expectativas. Sueños no cumplidos.
Cargamos con palabras, pedidos, sensaciones. Cargamos con suposiciones y exigencias. Cargamos con responsabilidades también, propias y ajenas. Cargamos con lo que hicimos y también con lo que no hicimos.
A veces cargamos porque podemos y otras sin darnos cuenta. A veces sabiendo lo que cargamos y otras sin tener idea.
Pero cargamos. Todos cargamos.
Y en ese cargar a veces todo lo que necesitamos es alguien que camine al lado nuestro, mientras cargamos.
Mientras nos quejamos.
Mientras nos duele lo que cargamos.
A veces necesitamos saber que alguien nos acompaña y nos cuida la espalda mientras nosotros decidimos si queremos seguir cargando.
A veces solo se trata de saber que todos cargamos, pero que también, podemos dejar de cargar cuando nos sintamos lo suficientemente valientes como para empezar a andar más livianos.

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