Dejá de hacer de tu herida tu identidad

 No sé a vos pero a mi a veces me cuesta dejar de identificarme con lo que en algún momento me dolió o me lastimó. Con esas cosas que me gustaría que fuesen diferentes. Con esas experiencias que aún hoy, después de muchos años, siguen marcando muchos momentos de mi vida.

Sabes de lo que hablo: de los traumas, heridas, desilusiones y problemas que todos atravesamos en algún momento. Todas esas experiencias se convierten en “heridas” con las que nos identificamos y a veces es difícil dejarlas de lado para empezar a vivir la vida que está del otro lado de la herida. La vida que viene cuando ya atravesaste esa situación, experiencia, aprendizaje. Y sabes por qué cuesta? Porque nuestra mente está diseñada para tratar de evitarnos dolor y entonces, nos mantiene alertas. Nos mantiene a la defensiva y repitiendo la narrativa de algo que tal vez hoy ya no es válido ni necesario seguir repitiendo.
A mi me cuesta dejar de identificarme con esa parte mía que vive alerta y que se activó en mi infancia cuando vivía con mis papas y pasaba horas escuchando sus peleas y no dejaba de pensar estrategias para tratar de proteger a mi mamá. Me cuesta relajar y disfrutar y a veces me cuesta dejar de pensar que tengo que poder con todo.
Pero sabes que? Cuando sos consciente de tus heridas, podes también aprender a mirarlas sin necesidad de seguir siendo esa versión tuya que en un momento tuvo que prestarle mucha atención a esa herida. Esa versión que tuvo que atravesar el dolor y la incomodidad.
Porque cuando podes entenderte, podes también dejarte cambiar. Y cuando te conoces las heridas, podes dejar de una buena vez de contarte siempre la misma historia.
Porque ya entendimos que para ser quienes vinimos a ser tenemos que darnos permiso para dejar de ser quienes nos dijimos que teníamos que ser.

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