Los días difíciles también nos enseñan

 Los días, las decisiones y las personas difíciles nos enseñan.

Nos enseñan a mirarnos, a preguntarnos. A pensar. Nos enseñan a cambiar. A pedir ayuda.
Cuando las cosas (los días, las relaciones, las decisiones) se ponen difíciles, es porque hay algo que aprender, que mejorar, que volver a pensar.
Dicen que cuando la vida se pone difícil quiere que avances y entonces los “malos” días vendrían a ser pequeñas oportunidades para eso, para frenar y movernos mentalmente, para avanzar, para retroceder o cambiar de opinión (porque eso también es parte del aprendizaje).
Los días difíciles, además son incómodos y como a nadie le gusta sentirse incómodo con nada (ni con nadie) tratamos de ignorar o salir rápido de esa situación, resistiéndonos y generándonos aún más incomodidad. Porque a veces, por más que intentemos, hay días difíciles donde no hay “nada” que podamos “hacer”.
Y la verdad es que cuando logramos sobreponernos a días, situaciones, decisiones y momentos difíciles, crecemos.
Aprendemos. Y aunque nos cueste admitirlo, nos sentimos orgullosos de nosotros mismos (al menos por un instante).
Los días, momentos, decisiones y personas difíciles vienen a enseñarnos cosas de los “otros” pero por sobre todo, están ahí para enseñarnos sobre nosotros mismos. Para que nos conozcamos más. Para que dejemos de lado esa obsesión que a veces tenemos por sentirnos bien todo el tiempo. Por hacer las cosas bien todo el tiempo.
Los días difíciles están ahí para que entendamos que un día difícil (una situación, experiencia, relación difícil) no es el fin del mundo ni el equivalente a una vida de mierd@. Es simplemente eso, algo difícil.
Y sabes que? Podemos hacer cosas difíciles.
Porque un día difícil no es más que eso, una oportunidad para aprender.
Una oportunidad para evolucionar y ser cada vez más quienes vinimos a ser.

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