Uno nunca tiene miedo a lo desconocido. Uno tiene miedo de lo conocido llegando a su fin

 Lo que conocemos y se siente “hogar”, seguridad, rutina. Lo que conocemos y atesoramos y lo que conocemos y queremos dejar atrás. Eso es lo que cuando llega a su fin, nos hace temblar de incertidumbre. Eso es lo que cuando llega a su fin, nos llena de miedos y preguntas y angustias

Es eso lo que nos paraliza del miedo: lo que ya no es, pero en un momento si fue. Lo que hoy ya no cierra, no funciona, no se siente. No se puede, no se quiere. Eso mismo que hasta ayer era conocido y deseado. O aprendido. Lo que en un momento fue identidad y hoy es cambio. Movimiento. Es eso, que termina lo que nos da miedo. Porque la verdad es que lo que nos cuestan son los finales, y no los comienzos.
Y es por eso, que cuando nos animamos a cruzar del otro lado de lo desconocido y nos aventuramos a lo nuevo, nos descubrimos valientes y pudientes y sonrientes de vernos ahí, en la transición entre lo desconocido y lo conocido. Entre lo de antes y lo de ahora.
Por que ya entendimos que siempre, del otro lado del miedo a lo que aún no conocemos, ni sabemos ni podemos,
nos está esperando esa sensación inequívoca de sentirnos felices sabiendo que todo final, no es más que un comienzo, disfrazado de oportunidad.

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