¿A los cuántos "ya fué" realmente ya fué?

 Hoy en sesión, mi clienta dijo “ya fué”… y yo supe que en verdad “no fué nada” todavía.

Esta pequeña expresión que usamos los argentinos para justificarnos cuando queremos mandarnos a hacer algo (“ya fué yo le escribo”) y también usamos cuando queremos dejar de hacer algo (“ya fué, no le escribo mas”) me dejó pensando.

El famoso “ya fué” que muchas veces utilizamos para describir algo a lo que ya no vamos a prestarle atención o algo que creemos no tiene más importancia, me hace pensar en todas las veces que decimos “basta” pero seguimos ahí.

En esa relación, en ese trabajo, en esa casa... me hace pensar en todas las veces que pretendemos que algo no nos importa pero nos sigue importando.

En todas las veces que ignoramos lo que sentimos.

El famoso “ya fué” traicionero que nos hace creer que esa persona, esa situación carece de importancia, no es más que una trampa que usamos para postergar tomar decisiones que sabemos no van a ser tan fáciles de tomar.

El “ya fué” es una forma de ganar tiempo cuando lo usamos como sinónimo del “basta” y es una forma para no pensar en nuestra capacidad cuando lo usamos como una forma de motivación.

Sea cual sea el contexto donde usemos esta frase, dejemos de usarla para justificar lo que sentimos y para enmascarar “bastas”.

En la era de lo rápido y lo instantáneo, tomarse un minuto para pensar y evaluar lo que sentimos es lo único que nos va a llevar a vivir una vida de coherencia, de paz mental y de aprendizajes

A veces, un “ya fué” es más fácil y es entendible. Pero a veces, en lugar de un “ya fué” deberíamos decirnos algo como “ya es hora”: “ya es hora de que lo/la deje ir”, “ya es hora de que cambie de trabajo, de pareja, de auto, de casa”, “ya es hora de que me de permiso para desear más”.

Ya es hora de que haga lo que vine a hacer.

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