Los grandes cambios siempre vienen acompañados de una fuerte sacudida. No es el fin del mundo. Es el comienzo de uno nuevo.

 Hablemos de los cambios.

Nadie puede negar que todos estamos atravesando un momento de “crisis”. De cambios obligados, de planes cancelados y vidas que intentan acomodarse a la vorágine del cambio minuto a minuto.

En momentos de crisis (personales, familiares, sociales), además de hacernos cargo de la “parte terrenal” y ocuparnos de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para aportar soluciones en lugar de sumar quilombos, no debemos (ni podemos) ignorar las EMOCIONES personales que vamos transitando en paralelo.

Las emociones nos van marcando lo que nuestro inconsciente está percibiendo sobre lo que estamos viviendo. Nuestras emociones son como una brújula que nos va mostrando dónde aún hay trabajo personal por hacer. Y sin trabajo personal NO puede haber mejoras colectivas.

Si ninguno puede con su “quilombo” interno, como pretendemos resolver el quilombo global?.

En momentos donde reina el caos, los miedos colectivos y las preocupaciones generalizadas, la ansiedad y la tristeza, es importante darnos permiso para sentir. Para entender que los cambios (de todo tipo) generan miedos y que dentro del caos, nuestro trabajo personal es encontrar el equilibrio interno que no podemos encontrar “ahí afuera”.

Sea cual sea el nombre que le pongamos, los momentos de crisis traen aprendizajes para quienes se animan a sentir lo que “no es lindo” sentir: miedo, angustia, bronca, incertidumbre.

Las crisis son momentos para pensar más allá de lo que a veces nos resulta cómodo pensar y solo quienes se animan a pensar “por fuera de la caja mental” pueden capitalizar la crisis como aprendizaje personal.

Los cambios colectivos son más bruscos porque requieren que muchas energías diferentes se equilibren y aliñen. Pero dentro del cambio colectivo, la clave siempre está en lo que cada uno hace con su “propio rollo mental”.

Hoy, dejemos de ignorarnos y empecemos a hacer lo que esté a nuestro alcance, porque si no somos parte activa de la solución, somos parte del problema.

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