Nunca lo pasé tan bien y tan mal en un año

 Hay años que traen preguntas y otros que traen respuestas.

Hay años que te mueven y otros que te acomodan.
Hay años que tienen nombre y apellido y otros que tienen solamente sucesos.
Pero sin importar lo que haya tenido el año, todos tienen algo en común: todos los años, traen aprendizajes. Grandes aprendizajes.
No se vos, pero este año a mi me está enfrentando a creencias, pensamientos, ideas y problemas que nunca pensé que tendría que revisar. O mirar. O resolver. Y al mismo tiempo, me está regalando momentos e instantes únicos. Casi mágicos. Momentos épicos que me hacen sentir que todo, todo tiene sentido.
Y ahí está la clave: porque las vivencias sólo se convierten en aprendizajes cuando uno elige que así sea. Cuando uno decide que “el problema” es problema (porque no se trata de negar lo que pasa) pero también es algo más. Es una oportunidad para crecer, para aprender. Para conocerse y animarse.
Estamos todos terminando un año que en mayor o en menor medida nos tuvo (y nos sigue teniendo) en una montaña rusa de emociones. En un ir y venir entre la felicidad y la angustia. El stress y la gratitud. La compañía y la soledad. El si y el no. El límite y la libertad.
Y ahí vamos. Librando batallas internas que tal vez nadie conoce. O si, pero que solamente podemos resolver si nos miramos muy de frente y si somos muy honestos con nosotros mismos. Peleando con fantasmas y con recuerdos. Con miedos y con proyectos.
Y por eso, necesitamos tenernos paciencia. Y compasión. Y tratarnos con amor. Y además, necesitamos no tomarnos las cosas tan personales cuando los demás no hacen (dicen, piensan) lo que nosotros quisiéramos. Porque al fin y al cabo, estamos todos, haciendo lo mejor que podemos.
No sé a vos, pero a mi ningún año me enseñó,mostró,cacheteó,dolió,amó,dió,quitó,ayudó y desafió tanto como este.
Y como te digo siempre, lo mejor aún está por venir y vos y yo vamos a estar esperando.

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