Se trata de sentarnos en nuestra oscuridad, para ser nuestra propia luz

 Se trata de sentarnos en nuestra propia oscuridad, por que la oscuridad no es más que todo aquello que resistimos. Lo que queremos ocultar y que nadie mas mire. Lo que nos avergüenza y aterroriza de nosotros mismos.

La oscuridad es donde habitan esas partes nuestras que deseamos no ser o no haber sido. Esas partes que aun no actualizamos, o si pero no terminamos de entender ni aceptar.
La oscuridad no es mas que el peor escenario y el futuro que aterroriza. La opción que rechazamos, la idea que no nos entusiasma. La oscuridad es todo eso que nos dijeron que no debíamos ni podíamos ser. Es la idea descabellada y la reacción desmedida. Es el miedo a lo que puede llegar a pasar y la vulnerabilidad de sabernos cocreadores de nuestra realidad.
Lo que pocos saben, es que así como la noche siempre se transforma en día, la oscuridad interna siempre se transforma en luz esclarecedora cuando dejamos de tenernos vergüenza. Cuando nos reconocemos valientes y vulnerables. Cuando nos morimos de miedo, y también de ganas. Cuando no tenemos dudas, pero tampoco pruebas.
En definitiva la oscuridad no es mas que eso, un instante en el vasto mundo de instantes que elegimos venir a vivir.
Y la magia radica en estar bien despiertos durante los momentos de oscuridad, para poder vernos con total claridad cuando la luz parece haber dejado de existir.
Porque solamente cuando nos permitimos sentarnos en nuestra propia oscuridad, es que podemos encontrar la luz que necesitamos ser para entender que ni la noche mas oscura, ni el eclipse más poderoso, pueden ir en contra del destino expansivo de quien no le teme a su propia sombra.

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